12 de octubre «Día de la Hispanidad»

Los hispanohablantes somos portadores de valores espirituales y de tradiciones que han cimentado la cultura del mundo durante siglos

Imagen de la Hispanidad. Concepto de la autora de este artículo, doctora Esther Morales Cañadas.

Como todos los años, desde hace siglos, volvemos a celebrar este día como símbolo de fraternidad, armonía y reconocimiento de todos aquellos pueblos que están unidos por la lengua española y que se hallan repartidos por todos los continentes de nuestro planeta. Según la agencia de estadísticas del Instituto Cervantes (www.epdata.es), en la actualidad hay unos 500 millones de personas que hablamos el español como lengua nativa, es decir, un 6,3 % de la población mundial, además de cerca de 35 millones de personas que lo estudian y siendo Estados Unidos el país que cuenta con más hablantes en esta lengua después de México.

Y es posible que todos los hispanohablantes no prestemos atención o no nos demos realmente cuenta de la causa de esta expansión y del privilegio que supone el podernos comunicar con una misma lengua y el portar con nosotros los mismos valores humanos que nos han unido a través del tiempo a pesar de ciertas críticas históricas.

Para entender las diferentes opiniones y el contenido de este concepto hemos de recurrir irremediablemente a la etimología de la palabra definidora y a la historia.
La palabra hispanidad, hispanista, significa, según la Real Academia de la Lengua, así como el diccionario Panhispanista:
1. f. Carácter genérico de todos los pueblos de lengua y cultura hispánica.
2. f. Conjunto y comunidad de los pueblos hispánicos.

Los que indagamos en la historia sabemos que su etimología viene de Hispania que fue el nombre que dieron los romanos en su expansión territorial de “Imperio” a aquella península del sur de Europa, llamada entonces Iberia por sus habitantes, los íberos.

Los romanos convirtieron este territorio en una provincia romana con su propio fuero y con una población que ya se encontrada mezclada de muy diferentes pueblos venidos de otros lugares. Con el dominio romano se formó la llamada población hispanorromana de donde salieron grandes emperadores, como fueron Trajano, Adriano, o Teodosio, por nombrar a algunos, y con los que se fue incrementando el cristianismo junto al derecho romano que es la base de nuestro derecho internacional.

Más tarde, la Hispania romana fue invadida por pueblos bárbaros de los que los visigodos fueron quienes impusieron la religión católica como religión oficial. Con la expansión de las fuerzas islámicas, la ya llamada España vivió otra época diferente, tanto cultural como religiosa. Por un lado, los primeros emires y califas del Califato de Córdoba nos importaron las bases de la antigua cultura griega y romana (base de la cultura europea) y, por su tolerancia religiosa, nos devolvieron a los judíos que, asentados en esta tierra desde el siglo 1.d.C., se vieron obligados a huir a África por la persecución de la época visigoda. Por otro lado, la religión cristiana sufrió una gran baja durante varios siglos por la presencia islámica.

Con estas premisas llegamos a la época de la Reconquista de los territorios musulmanes españoles y a la época de los Reyes Católicos, monarcas que apoyaron el viaje de Cristóbal Colón y que dio lugar al hallazgo de lo que hoy día se conoce como América. Es el año 1492, pleno Renacimiento, época en la que el movimiento llamado “Humanismo” había sobrepasado al poderío de la Iglesia para darle valor al ser humano por encima de la religión, aunque esta nos marcase y nos hubiera marcado los principios de los valores humanos que hemos portado a través de la historia. Y es precisamente con esta nueva ideología en la que se cree en el poder del saber humano y en la que se va a fomentar la formación cultural de la sociedad con la que se llega a un continente aún desconocido para Europa, un continente inmenso, de naturaleza infranqueable y formado por muy diversas etnias que, o luchaban entre sí, o se comunicaban por razones comerciales, o se unían para liberarse de dos imperios poderosos y opresores: Los incas y los aztecas.

He querido exponer los datos sobre la historia de España y de lo que encontró en tierras americanas, en primer lugar, para dejar claro que, durante toda la existencia de la humanidad hasta hoy, los seres humanos han buscado la expansión territorial, ya haya sido por motivos religiosos, comerciales o hegemónicos, y, en segundo lugar, para que nos convenzamos de que la unión entre diferentes pueblos es lo que nos enriquece y nos hace progresar.

Pues bien, los llamados “descubridores, conquistadores o colonizadores” comenzaron a hacer tratos con los indígenas o a construir pueblos y ciudades en zonas inhóspitas que irían creciendo paralelamente a las de la Península Ibérica. Es decir, se fundaron hospitales para toda la población, tanto de españoles como de indígenas, se fundaron colegios y universidades con cabida para todos y la población comenzó a mezclarse para llegar a ser lo que somos hoy día los españoles de Europa y los españoles de América, hijos todos de una misma madre y ciudadanos de lo que fue el Imperio Español de los siglos XV hasta comienzos del XIX. Esta mezcla de la población fue fomentada por Isabel I de Castilla, la reina católica, que en la Cédula Real del 19 de octubre de 1514 deja dicho claramente:

Es nuestra voluntad que los indios e indias tengan, como deben, entera libertad para casarse con quien quisieren, así con los indios, como con los naturales de nuestros reynos o españoles nacidos en las Indias y que en esto no se ponga impedimento. […] y nuestras Audiencias procuren que así se guarde y cumpla. (Ley 2, tit.I, lib.vi, en: Gullo Omodeo, Marcelo: Madre Patria, Pág.205)

Con esta misma táctica expansiva, España siguió buscando nuevos territorios y llegó a todos los demás continentes: Asia, África y hasta Oceanía. A todos ellos les llevó ese espíritu humanista y cultural, mejorando las infraestructuras de las ciudades y pueblos y llevándoles la cultura europea y las bases de la religión cristiana. Así fue como se convirtió en un “Imperio” con países repartidos por el globo terrestre, en donde el idioma, común para todos, se había formado por espontaneidad y no por obligación, y en donde las tradiciones se mezclaron enriqueciendo a unos y a otros recíprocamente gracias a la amplia experiencia de mestizaje que vivieron por siglos los conquistadores. Esta fusión de culturas ha quedado manifestada hasta nuestros días a través, no sólo de la lengua, sino de las formas fundamentales de la vida diaria: religión, vestimenta, música y folclore, leyes y hasta en la gastronomía, a pesar de las diferencias de los recursos naturales de cada país.

Hoy día, todos los hispanohablantes nos sentimos hermanados por nuestra lengua, por nuestros valores humanos, por nuestro sentido familiar, por la evolución paralela de nuestras culturas y tantas cosas más y es a eso a lo que podemos llamar con orgullo “Hispanidad”. Y es que la hispanidad es un sentimiento de nación, es la conciencia y comprensión de que somos una misma familia.

Si bien otras potencias colonizadoras, sobre todo, la anglosajona, la francesa, los Estados Unidos y la Unión Soviética han querido derrumbar ese imperio hispano con malas críticas, como la leyenda negra y otras propagandas, todos sabemos que se trata de pura envidia política y hegemónica, pues hasta el mismo Simón Bolívar quiso fundar una Federación Hispana con sede en Madrid y sus luchas independistas no eran contra España, sino contra un sistema político que ahogaba a los ciudadanos de toda Europa y de otros lugares y este era el de las monarquías absolutistas o de los regímenes dictatoriales. A pesar de que este sueño del Libertador no se llevó a cabo, no se consiguieron romper los lazos de unión que mantenemos hasta ahora todos los hispanohablantes y que se han manifestado por las emigraciones en épocas difíciles de un lado del océano hacia el otro.

El Imperio español dejó de existir hace ya algunos siglos como hegemonía política, pero no como unión espiritual porque esta ha permanecido hasta nuestros días a través de todas las críticas, de guerras de toda índole o de rencillas sin fundamento.

Por tanto, los hispanohablantes, esa etnia surgida de la mezcla de tantas etnias y con una misma madre, podemos hoy gritar con alegría:

¡Viva la Hispanidad!

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