Guillermo Anderson, “el marinero que soñaba con ir haciendo música por todos los pueblos del Caribe”

El reconocido cantautor hondureño (Q.e.p.d.), dejó entre sus memorias una entrevista para Hispanovisión tras el que sería su último concierto en Berlín

Guillermo Anderson, el emblemático cantautor de Honduras y del Caribe occidental (Q.e.p.d.).

La primera vez que le conocí, también habría de ser la última oportunidad en la que lo vería vivo. Como siempre, resulta paradójico encontrarse con personas vigorosas, alegres, llenas de optimismo y rebosantes de salud, tal y como así se presentó en aquella ocasión Guillermo Anderson.

El cantautor hondureño había conseguido una gran fama y su prestigio musical desbordaba las fronteras de Centroamérica, razón por la cual teníamos mucho interés en poder mantener un diálogo con él, así que gracias a la gestión que el entonces Embajador de Honduras en Alemania, Ramón Custodio Espinoza realizó para hacerlo posible, logramos conseguir un corto espacio de tiempo en la ya apretada agenda del cantante y una tarde de mayo conseguimos encontrarnos con el que para entonces era considerado el cantautor más emblemático de Honduras y de todo el Caribe occidental, un año antes de su desafortunado fallecimiento.

Al final del concierto subieron de manera espontanea al escenario los entonces Embajadores de Honduras, de Jamaica, de Bolivia, de Haití, de Nicaragua y de El Savador a rodear y a felicitar al artista.

Tengo por hábito intentar leer desde muy temprano en las mañanas el alud de noticias procedentes de todo nuestro mundo hispanohablante, básicamente los titulares aparecidos en los periódicos más leídos de nuestros países, desde Hispanoamérica hasta llegar a España pasando por Guinea Ecuatorial, Puerto Rico e inclusive por Filipinas y por Brasil, gracias a los buenos servicios ofrecidos por las agencias encargadas de la búsqueda de noticias especializadas.

Con una enorme sorpresa, pero además con mucha tristeza encontré el titular de la noticia que informaba del fallecimiento de Guillermo Anderson, el más famoso cantautor hondureño contemporáneo y que apareció publicada en el periódico La Prensa de Honduras el 6 de agosto de 2016 con el siguiente comentario:

«Muere el artista hondureño Guillermo Anderson». Enseguida la autora del titular, la periodista Tatiana Paz Morel, describe lo sucedido en su artículo de la siguiente manera: «Honduras se viste de luto por la muerte del cantautor Guillermo Anderson quien perdió este sábado la lucha contra un cáncer de tiroides”.

Y continuaba: “El reconocido artista nacional había sido trasladado el pasado domingo desde Guatemala a La Ceiba, en Atlántida, por su grave estado de salud; el pasado lunes sus médicos informaban que estaba reaccionando favorablemente al tratamiento pero este sábado no pudo más. El destacado artista de 54 años falleció en la sala de cuidados intensivos del Hospital D’Antoni de su ciudad natal, La Ceiba. El médico Elías Canahuati informó que el cáncer venció a Anderson a eso de las 8:30 a.m.: -«Era un cáncer bastante severo, bastante agresivo, de esos cánceres que nadie quiere tener ni desear a su peor enemigo. Hicimos todos los esfuerzos», dijo el profesional quien también es su cuñado».

Estos eran otros los titulares con los que la prensa hondureña reaccionaba con evidente perplejidad, confieso que era la misma mía, ante lo que significaba la pérdida del más importante ícono musical de Honduras en el momento:

«Guillermo Anderson nació el 26 de febrero de 1962 en la ciudad de La Ceiba, Departamento de Atlántida en la República de Honduras y falleció el sábado 6 de agosto de 2016 a sus 54 años».

«Fue nombrado Embajador Cultural de Honduras ante el mundo porque era un trovador de su tierra y uno de los artistas más relevantes de la escena nacional».

«Puso muy en alto a Honduras a nivel internacional con su talento musical, inspirado en su alegre puerto caribeño de La Ceiba, su ciudad natal, fusionó percusiones hondureñas con sonidos contemporáneos».

«En Honduras Guillermo Anderson obtuvo el premio Nacional de Arte y Premio Copán de Turismo y la Secretaría de Cultura de Honduras lo condecoró con la orden Laurel de Oro», complementaría otro.

Personalmente yo había tenido oportunidad de escuchar temas de Guillermo Anderson en algunas ocasiones en las que músicos y agrupaciones musicales hondureñas y centroamericanas aquí en Berlín y en otras ciudades de Alemania me habían invitado a escucharlos, pero me llamaba mucho la atención que todos ellos se conocían muy bien las letras y mencionaban que un tema que se llamaba «En mi país», se había constituido en el himno nacional alternativo de Honduras, pero que además sus canciones infantiles eran ya un tema cotidiano en prácticamente todas las escuelas públicas de ese país centroamericano.

En la noche, al final del concierto, se despedía el músico y compositor por última vez de Berlín.

Fue por eso que cuando recibí la amable invitación del Embajador de Honduras en Alemania, Ramón Custodio Espinoza al concierto que habría de presentarse en la sede de la Academia Diplomática en Berlín el sábado 30 de mayo en Berlín, no dudé ni un momento en solicitarle que me ayudara a encontrar un momento para hacerle una entrevista, hecho que así se dio pero que les terminó desbaratando la agenda programada a los organizadores del evento.

Una vez en la tarima y tras las presentaciones protocolarias de rigor, Guillermo Anderson realizó un espléndido concierto con el que demostraba en dónde estaba asida su fama de cantante y de representante simbólico de la nacionalidad musical de su país. Llamaba mucho la atención su facilidad de expresión, no solo con respecto a lo que le competía como artista, si no también en su capacidad de ser auténtico lo que le permitía un mayor acercamiento y confianza con el público que rápidamente le tomó aprecio y también rápidamente terminó tarareando sus melodías y siguiéndole en todas las interpretaciones con las palmas de las manos, habida cuenta de que muchos de los asistentes no hablaban español.

Después del concierto se le hizo al cantautor una pequeña reunión como un homenaje a su presentación, pero también fue con motivo de una distinción especial que se le había concedido por parte de una institución alemana, reunión a la que también fui amablemente invitado junto a sus amigos en la misma Academia Diplomática en la que se había realizado el concierto.

Durante la reunión, Guillermo nos compartió fascinantes anécdotas sobre su vida y sobre su trayectoria musical, pero sobre todo como su ejercicio de navegante por el mundo, como la manera de expresar su necesidad de tener que viajar constantemente en el ejercicio de su trabajo a diferentes puertos y escenarios presentando la cara artística y cultural, o mejor, la cara más amable de su país, culturalmente hablando.

Debo confesar que Guillermo Anderson tenía una capacidad prodigiosa para ganarse la confianza y la cercanía de sus interlocutores, quienes se sentían rápidamente acogidos con su amabilidad y simpatía y con sus habilidades de bromista espontáneo que sabía como sacarle buen partido a situaciones comunes. Así nos fue comentando sobre su vida y sobre sus experiencias de trotamundos juvenil o de «mochilero”, como ahora le dicen los jóvenes a esta manera de hacer turismo de aventura, además de sus experiencias como estudiante universitario en los Estados Unidos. Así mismo nos compartió aspectos que habrían de ser abordados por expertos antropólogos o sociólogos estudiosos de las culturas ancestrales y actuales de su región favorita, la Mosquitia hondureña, de la misma manera como él se apasionaba describiéndola y de donde él habría de tomar buena parte de su rica experiencia y conocimientos musicales.

Tras escucharle hablar de sus múltiples vivencias decidimos comenzar nuestra entrevista, pese a lo apretado de su agenda y a pesar de que aun tenía varios compromisos por cumplir esa misma noche. Los dos hicimos lo mejor posible acosados por la falta de tiempo y por las miradas comprensivas pero impacientes de quienes le esperaban para poder continuar con el programa ya trazado esa noche, debido a que a la mañana siguiente ya debía viajar.

El tiempo resultó ser entonces demasiado corto y la historia y vivencias para compartir, demasiado largas. No obstante lo que logramos conversar permitió dejar un referente muy importante a manera de resumen corto pero muy ilustrativo de quien se habrá de convertir en un símbolo cada vez más importante en la historia de Honduras a medida que han de pasar los años, así como es seguro que será también un nuevo símbolo cada vez más importante de la cultura centroamericana y latinoamericana. Las generaciones futuras se habrán de interesar más y más por su legado artístico y cultural y pensarán que había sido difícil no reconocer que alguien como Anderson hubiera dejado además como parte de su legado, un referente académico y también literario.

Hoy ante su ausencia física no nos queda más que lamentarnos por no haber grabado todos esos apartes especiales de sus aventuras y anécdotas vividas a lo largo de su vida y que ese día después del concierto nos supo compartir de manera muy amena y deliciosa, como solo él podría hacerlo. Nos hemos perdido de las mejores anécdotas por no haberlas grabado en su momento y por no haberlas escrito entonces tampoco. Muy probablemente su familia y sus amigos más cercanos las podrán conocer bien, pero si yo las citara y las relatara bajo mi interpretación a los lectores en general, quedarían al nivel de simples especulaciones o de mis interpretaciones personales y no quisiera que nada de lo que entonces nos compartió quedara plasmado en esta nota de una manera que ahora queremos compartir. Es mejor dejarlo escrito como un sincero homenaje a un gran músico, a un gran compositor, pero sobre todo a un gran ser humano que supo vivir la vida de alguna manera que a muchos nos ha podido dejar un halo de envidia, así sea envidia de la buena, porque creo que en eso está la esencia de la vida de Guillermo Anderson, que vivió intensamente cada uno de los días de su vida haciendo lo que él amaba y lo que siempre soñó.

Asistentes al concierto le acompañaron con las palmas de las manos y corearon todos sus temas, así muchos no entendieran del todo en español.

Las siguientes fueron algunas de las respuestas que el artista nos entregó ese día en la sede de la Academia Diplomática de Berlín y que por su importancia nos permitimos transcribir:

Hispanovisión: ¿Cómo se considera usted identificado dentro de su trabajo o profesión?

GUILLERMO ANDERSON: El mundo está cambiando mucho: las formas de componer, las formas de difundir, incluso las formas de ver el mundo están cambiando mucho.

Yo soy una especie de cantautor ecléctico del Caribe de Honduras, de una ciudad que se llama La Ceiba, una ciudad en la cual yo me crié en la diversidad cultural de una zona del Caribe, muy desconocida en realidad, donde de manera interesante convergen distintas culturas. La Ceiba es una ciudad que mira hacia el mar Caribe, hacia Nueva Orleans, hacia Cuba y por eso me he alimentado desde muy pequeño de muchos géneros musicales, géneros que no niego si no que los asumo.

Vos me preguntabas ahora que cómo definía mi música, y yo la defino como una especie de sopa marinera aceptando todo tipo de influencias, de pensamientos, pero que cuando destapás el estofado huele a coco y tiene un poco del aroma de mi país. Soy un cantautor que está al tanto de lo que está sucediendo en el resto del mundo, pero siempre con los pies en mi tierra.

H.: Un artista se ha formado por influencia familiar, o por influencia del medio ambiente en lo que tiene que ver con su expresión artística, ¿cuál fue su influencia?

G.A.: Bueno, yo creo que influye mucho el ambiente en el que uno se ha desarrollado, pues para darte un ejemplo, yo desde pequeño me crié escuchando música garifuna que es un tipo de música que se encuentra en América central, principalmente en las costas sobre el Caribe de Honduras, Nicaragua, Guatemala y Belice interpretada principalmente por la etnia “afrocentroamericana” por excelencia. Escuché mucho de esa música, pero también me alimentaron muchísimo los boleros de mis padres. Mi padre fue siempre un fanático de Agustín Lara, pero mucho más que por su componente musical, lo fue más por Agustín Lara como el poeta, entonces desde niño yo escuchaba a mi padre alabar las letras de este cantautor y repetía sus versos y con emoción comentaba: – Mirá, cómo se le habrá ocurrido esa expresión de, “Palmeras borrachas de sol”, por eso y desde entonces aprendí a darle mucha importancia a las palabras y a las letras de las canciones.

Mi casa era una casa en donde había muchos libros y con unos padres que citaban mucho la poesía, las letras y los versos, al punto que yo no me considero un egresado del mundo de la música, si no que vengo del mundo de las letras. Yo tuve el privilegio de haber estudiado en la Universidad de California en Santa Cruz, Estados Unidos, en donde me gradué en Letras con énfasis en literatura hispanoamericana contemporánea en 1986, y claro, estudié a la par un poco de música y de teatro, pero la literatura ha sido siempre fundamental para mi. Tengo la teoría de que muchos cantautores partimos en realidad de la palabra, es decir, muchos compositores tenemos en el cerebro quizá una facilidad para encontrar la música que ya trae el idioma. En este justo momento si yo le digo, muchas gracias por su entrevista, yo puedo describir musicalmente esa frase como «para param bum pun, bam pa» y convertirla en una canción, ¿verdad? O, «muchas gracias por su alegría» y luego la voy terminando, pero tengo la capacidad de escuchar y de tener una relación muy cercana entre el lenguaje y la musicalidad que ya trae el acento. Una vez que ya tenemos la palabra, luego vamos sacándole a esa palabra la asociación musical que ya hemos podido evidenciar o que ya la hemos visto y sentido, porque es una frase que ya trae su música, o mejor, es una frase que se complementa y que es como un compás.

H.: ¿Cuál fue concretamente la profesión que usted culminó?

G.A.: Obtuve una licenciatura en Letras y adicionalmente saqué lo que se llama un «Minor degree» en letras inglesas. La literatura ha sido siempre una pasión para mi, por eso cuando la gente me dice que tan bonitas las letras de mis canciones, me parece chistoso, pues sería el colmo que no lo fueran después de haber estudiado cinco años de literatura.

Me esmero mucho con mis descripciones y trato de hacer canciones muy cinematográficas, pues me gusta llevar a quienes me escuchan como por un paseo visual y me parece hermoso ir con la gente por en medio de un paisaje y con un lenguaje, pero un lenguaje cargado de música como si yo mismo estuviera dibujando ese paisaje lleno de color, de brillo y de efectos especiales.

H.: Sus letras son muy bien pensadas y diseñadas para llegar dentro del alma. No se puede desconocer que la parte musical también está muy bien lograda. ¿Vive usted de la música? ¿O también se dedica a otras actividades?

G.A.: Yo vivo exclusivamente de la música, y vivo de la música de diferentes formas, pues así como hago mis conciertos, también compongo música para documentales. Precisamente hice la música para un documental sobre la historia natural de un lago en Honduras en el cual participé con una especie de «paquete completo» escribiendo el guión y luego dirigirlo. Ya he hecho dos o tres trabajos de este tipo, pero también hago trabajo social con música y he participado con dos o tres proyectos importantes para Naciones Unidas para la prevención de violencia con jóvenes utilizando la música, ayudándoles a hacer música. Precisamente ahora estoy en un proyecto que se llama «Tambores de La Ceiba», que es mi ciudad, dirigido a jóvenes de ambos sexos de entre trece y diez y siete años en el que les enseñamos a tocar tambores tradicionales y a la vez que les enseñamos sobre música, simultáneamente les vamos dictando talleres sobre resolución de conflictos, sobre autoestima, etc., pero lo que quiero decir es que no solo vivo de hacer conciertos, si no que todo lo que tiene que ver con mi pan vivir, tiene que ver con la música.

H.: ¿Vive usted en Honduras? Le pregunto porque cuando sé de usted es porque está en algún lugar diferente del mundo.

G.A.: Si, yo soy muy apegado a mi ciudad. Imagínate que yo me crié en una ciudad hermosa junto al mar, frente al Caribe, y a mis espaldas tengo al segundo parque Nacional de bosque tropical más grande de Honduras que cuenta con maravillosas caídas de agua y tan solo a quince minutos de mi casa. Entonces yo vivo muy apegado a mi casa, a mi comunidad con la que yo vivo muy involucrado, soy miembro de la Fundación que sostiene la biblioteca pública, soy miembro fundador de la Casa de la Cultura, estoy involucrado en proyectos de prevención de la violencia con los jóvenes, en realidad me encanta es estar en mi casa. Aunque yo viajo mucho, mis salidas no son por más de dos o cuatro meses.

Yo siempre soñé con ser un artista que está apegado a su lugar de origen, como es mi ciudad que es La Ceiba, que no es una ciudad que está en algún circuito de la industria de la música o que haga parte de un círculo de ciudades cosmopolitas, no, para nada, si no una pequeña ciudad del Caribe hondureño y mi sueño fue el de ser un artista que podía estar, vivir, participar en su comunidad y de vez en cuando poder salir al mundo y tener una invitación para presentarme, por ejemplo, en una ciudad como Barcelona y poder ir a las librerías a comprarme un libro, o a tomarme un café y poder participar en el palpitar de una ciudad, pero regresar a mi nido, a mi familia, a mi río, a mi mar en donde tengo un velerito que me compré y en el que me las tiro de capitán de los siete mares. Como verás, soy muy apegado a lo mío y pretendo seguir haciéndolo, teniendo el privilegio de poder venir un poco a respirar las galerías, las librerías, escuchar las conferencias y el mundo de las universidades porque me gusta mucho la academia, pero regresar siempre de nuevo a mi lugar.

H.: ¿Había estado antes en Berlín? ¿Cuál ha sido su experiencia en esta ciudad?

G.A.: Berlín ha sido siempre para mi una ciudad muy emotiva, y no es la primera vez que vengo. La primer vez que vine fue a finales de los años 80 como un joven estudiante recién graduado de la universidad, un joven con sed de conocer el mundo me vine de mochilero con mi guitarra por Europa, que fue un viaje maravilloso y por supuesto que ya no tengo la energía para poder hacer eso ahora. Antes entonces cargaba mi voluminosa mochila a la espalda y recuerdo haber comenzado mi correría desde Dinamarca y haberme cruzado toda Alemania del Este, entonces yo conocí esta ciudad con el muro y me hospedé en la casa de un amigo berlinés y recuerdo las torretas de vigilancia con sus guardias y ese mundo que estaba allá al otro lado y la sensación psicológica de estar en esta isla que se llamaba Berlín.

La siguiente vez que volví, lo hice con mi banda pues veníamos a tocar y yo estaba fascinado porque para entonces ya había caído el muro y yo quería conocer cómo era ese otro lado de la ciudad que yo había imaginado. Eso era para mi una gran motivación en este segundo viaje, pues venía con toda una gran expectativa de poder recorrer a Berlín del este.

Después regresamos con un amigo a presentar un proyecto en el Instituto Cervantes, era un libro de fotografías que estaba acompañado de los escritos de este amigo escritor y un disco mío que se presentó en Holanda y del que hubo una versión bilingüe en español y en alemán, y ahora regreso de nuevo.

Hoy me ha invitado el Embajador Ramón Custodio a conocer lo que ha quedado del muro y no sabía yo que me fuera a emocionar tanto, porque me trajo a mi toda esta sensación que tuve de jovencito y debo reconocer que me impresionó mucho. De Berlín guardo unos recuerdos hermosos, como cuando de joven yo tocaba la guitarra en una calle que se llamaba Wilmersdorfer straße, ahí tocábamos muchos bohemios y yo tocaba con unos artistas que venían de Polonia y de los países del este y poníamos nuestros sombreros en el piso para que la gente nos diera propina.

Al final recogíamos el dinero y nos íbamos todos juntos a comprar empanadas chilenas en un negocio que tenían unos chilenos. Bueno, esa fue una vida romántica en aquellos gloriosos 80 y yo viví ese momento romántico pero ahora también nostálgico y que también vivieron muchos latinos que estaban aquí, pues había muchos exiliados, por eso Berlín es un lugar que para mi tiene mucho sentimiento y me genera mucha nostalgia, es muy especial para mi estar aquí.

H.: Parodiando aquel famoso tango,» Volver», menciona allí que veinte años no es nada ¿no ha pensado usted en componer un tema parecido para su historia, después de más de veinte años de aquello?

G.A.: Estoy seguro que por ahí va a aparecer, en algún momento voy a comenzar a escribir sobre mis viajes. Yo no he escrito mucho sobre mis viajes, pero llevo un cuaderno de mis notas y todo, mis hijas ahorita no les paran bolas, no les hacen caso a los escritos de este viejo loco, pero yo sé que después va a ser un tesoro para mis tres hijas jovencitas a quienes les estoy guardando los cuadernos de mis viajes, de mis giras llenos de mis locuras, de mis inseguridades, de mis sueños, entonces creo que ese es un tesorito que yo les voy a dejar y definitivamente ahí hay cosas sobre mi experiencia en Berlín y creo que poco a poco van a ir apareciendo reportes sobre mis viajes en mis canciones, porque en esta vida ya he escrito mucho sobre mi país, pero lo cierto es que uno con el tiempo poco a poco uno se va volviendo ciudadano del mundo y es por eso que yo me siento muy cómodo aquí en Berlín. Yo voy a Roma e igual tengo amistades queridas y en Barcelona me siento muy en casa, tengo gente que me quiere y que me mima.

H.: O mejor, que usted se ha sabido hacer querer…

G.A.: Si, puede ser, y no digamos solamente en Centroamérica o en México, entonces uno se va volviendo inevitablemente ciudadano planetario, por decirlo de alguna manera, ¿verdad? Y eso me parece hermoso.

H.: “Si volviera a nacer”, que es una pregunta típica en todas las entrevistas, trae como respuesta típica eso de que “volvería a hacer lo mismo”, así que ahora tiene la oportunidad de innovar y decirnos en serio, ¿qué volvería a hacer?

G.A.: Bueno, en mi caso ambos clichés son una amenaza, tanto la pregunta que me formula, como la respuesta que de pronto yo le pueda dar, porque imagínese el solo hecho de haber nacido en un país como el mío y con los privilegios que yo he tenido y que son fuera de serie. Reconozco que he sido un ser increíblemente privilegiado, pues tuve la suerte de haber tenido una educación extraordinaria, he tenido la suerte de recorrer el mundo como lo han recorrido muy pocos, y no me refiero solo a Honduras, si no a todo el mundo.

Las oportunidades que yo he tenido de ver el mundo, de viajar por Asia, por Europa y por tantos otros países, que es difícil encontrar a otras personas que tengan una vida como la que yo siento que he tenido y además de tener la oportunidad de disfrutar de los privilegios que yo he disfrutado, especialmente viajando en una actividad como ha sido la mía, así que por más que yo lo intente, no me puedo imaginar haciendo otra cosa que no sea la música, porque la música es lo que me ha permitido vivir tantos sueños y conocer tanta gente maravillosa y poder conocer tantos países, tantas culturas, de tal manera que, en serio, me va a costar mucho trabajo poder pensar en qué otra vida diferente hubiese haber querido yo tener.

H.: Muy válidos sus argumentos, pero cuéntenos acerca de ese país que en sus recorridos le haya llamado poderosamente la atención y en el que hasta de pronto hubiera considerado quedarse a vivir.

G.A.: No sé por qué, pero retomando un poco sobre su pregunta acerca de otra opción de vida, me ha hecho recordar aquel tiempo cuando yo era aun muy niño estábamos con mi familia en una pequeña aldea del Caribe de Honduras para unas fiestas, y mientras yo estaba sentado en la playa y jugaba con las olas y la arena en la playa bajo la sombra de las palmeras y miraba la belleza de ese maravilloso mar de color azul turquesa, de pronto apareció una barca, la cual una vez anclada cerca de la orilla, se bajaron unos tipos cargando unos instrumentos musicales y como el agua no estaba muy profunda, ellos saltaron del barco y cargaron sus instrumentos en la espalda hasta la playa.

Para mí ese espectáculo de los músicos con sus instrumentos fue como una revelación, una epifanía. Esa combinación me hizo pensar que eso era lo que yo quería ser, es decir, un marinero que podía ir haciendo música por todos estos pueblos del Caribe. A mi esa me pareció la combinación de una vida perfecta, es decir, andar viajando en esa barca por el Caribe cargando los instrumentos y tocando en las bodas y en las fiestas de los pueblos. Esa es una imagen que desde entonces siempre he conservado, y de una u otra forma así lo he hecho. Pienso entonces en la riqueza musical de un país como Brasil, de su actitud ante la vida, en su riqueza cultural y entonces me llama poderosamente la atención y creo que me sentiría muy en casa, por ejemplo en Salvador de Bahía.

Admiradores y amigos le esperaron a la salida del evento para tomarse con Guillermo una última fotografía.

H.: Usted mencionó sobre ese libro traducido al alemán y que fue presentado en el Instituto Cervantes, ¿cuál fue el nexo con Alemania?

G.A.: En efecto yo he tenido oportunidad de compartir dos veces con Alemania y este libro que se titula, «Del tiempo y el trópico». Nosotros hicimos una gira con una organización en Holanda, un año, y nos invitaron a tocar casualmente después del huracán «Mitch», ese terrible desastre natural que tuvimos en Honduras, y la invitación era para ir a tocar en Utrech, en Holanda en un festival para recaudar fondos para las víctimas de esta tragedia.

Esa organización de encargó de hacer la invitación, pues era la primera vez que ellos veían algo sobre Honduras y era gente que había traído grupos de Nicaragua, de El Salvador durante el tiempo de la guerra, y cuando comenzamos a hablar, ellos dijeron que no sabían nada de Honduras y que estaban muy impresionados con mi música, entonces yo les dije que muy bien que ellos estuvieron todo el tiempo ayudando a los países que estuvieron en guerra, como en El Salvador y en la revolución nicaragüense y que en todo esto había gente haciendo poesía, pintando, así se mencionó que había muchos artistas en Honduras pero que ellos nunca se tomaron el tiempo de averiguar qué estábamos haciendo en Honduras porque se descalificaba a Honduras argumentando que eran los malos porque allá estaban los “contras”, pero que nunca se tomaron el tiempo para averiguar quiénes estábamos escribiendo, cantando o pintando. Finalmente como que esto les caló a ellos y decidieron que si, que efectivamente querían hacer un proyecto con Honduras y fue así como surgió este proyecto en el que involucraron a un fotógrafo alemán-holandés e hicimos una serie de fotos que tenían que ver con la historia.

Me preguntaron que con qué escritor me sentía cómodo y yo sugerí a mi amigo Julio Scoto, entonces se hizo un trabajo en el cual el fotógrafo hacía una foto en Honduras y Julio escribía algo sobre la foto, y si a mi me inspiraba la foto, yo hacía una canción que tuviera que ver con el ambiente de la foto, o a veces yo sugería una canción y esa canción le daba una idea al fotógrafo y el fotógrafo hacía una foto y Julio le escribía lo que le inspirara. Ese fue un trabajo muy lindo, todo, y entonces de eso resultó un libro grande, una especie de “coffe table book” con fotografías y textos sobre Honduras, acompañado de un disco mío, un disco muy artístico acompañado además de canciones, de sonidos.

Yo recuperé sonidos como el producido por los frenos del último ferrocarril que quedaba vivo, de la que fue la última máquina del ferrocarril de las bananeras. También grabamos las voces de los vendedores de la calle y que pasaban con sus cánticos como, “nieves, nieves, nieves, las nieeeeves”. Ese fue un disco muy artístico con canciones, sonidos, sumado a los textos, más las fotografías y fue un libro que salió en una edición en alemán-inglés, holandés-inglés y español-inglés, entonces ese libro lo vinimos a presentar en el Instituto Cervantes, creo que en el año de 2003 o 2005.

Después en el año de 2006 – 2007, realicé un proyecto para la Cooperación alemana en Honduras sobre La Mosquitia. Esta es una enorme región selvática protegida, a la que se le ha denominado como la Amazonía centroamericana, pues es la segunda región selvática más grande en América después del Amazonas y es totalmente desconocida por los hondureños y por los nicaragüenses con quienes también compartimos ese ecosistema.

Como la asistencia técnica alemana tenía proyectos ahí, les sugerí: “miren yo llevo más de diez años de viajar a este lugar y siempre he soñado con hacer un disco con sonidos, con los ritmos de la gente del pueblo misquito que es una cultura muy especial”, entonces ellos estuvieron de acuerdo y con el GIZ hicimos un proyecto que se llamó, «El tesoro que tenés», que es un proyecto destinado a que los hondureños conozcan la zona de la mosquitia con su cultura y también por medio de fotografías, pues es un proyecto para que los hondureños nos acerquemos y conozcamos mejor esa maravillosa región con todo y su gente.

H.: Esta entrevista podría ser escuchada en radio como recuerdo de su paso hoy por Berlín, ocasión en la que a usted se le ha hecho una nominación, ¿nos puede compartir de qué se trata?

G.A.: Si, es cierto, yo mismo estoy en schok porque resulta que el director del Instituto para la Cultura Democrática conocía mucho y estaba muy bien informado acerca de mi trabajo y de mi trayectoria, y como se sabe muy poquito de Centroamérica y hay muy pocas referencias sobre Honduras, entonces a él le pareció importante mi presencia aquí.

Un poco por eso también, porque un poco el trabajo del Instituto es ayudar a que a través de la cultura la gente vaya teniendo otra impresión, otra visión de muchos países sobre los cuales en los medios de comunicación predominan algunos estereotipos. En el caso de países como el mío, los titulares son básicamente sobre calamidades, sobre corrupción, sobre escándalos, así que son muy pocos los titulares culturales o que hablen sobre nuestro potencial turístico, entonces yo llevo mucho tiempo haciendo un poco lo mismo sobre lo que hace este centro, claro, sin pretensiones, así que yo he insistido en lo que ahora me doy cuenta que se llama Diplomacia Cultural y es por eso que considero que él ha comprendido ese trabajo que yo hago de hacer conciertos, de hacer conferencias. Me gusta mucho siempre reunir grupos de gente para discutir sobre problemas culturales, problemas de identidad cultural de los pueblos y siempre he creído en la cultura como una manera muy eficiente y muy humana de hacer diplomacia, entonces el señor director me ha pedido hoy mismo ser Miembro de la Junta Directiva del Instituto para ayudar a promover, no solo a mi país, si no también a que toda el área centroamericana tenga una presencia en Alemania y que el Instituto a la vez tenga una presencia en Centroamérica.

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