Nos encontramos con la publicación de su nuevo libro escrito en ambos idiomas, en español y en alemán, por lo que también es una muy buena oportunidad para practicarlos gracias a que ha sido magníficamente traducido. El libro es bilingüe, en las páginas del lado izquierdo se encuentran los textos en alemán y en las del lado derecho están los textos en español.
“Se trata de diálogos entre humanos y animales, o entre humanos y humanos y en estos diálogos se muestra el comportamiento a veces un tanto confuso de estos seres. Estas son observaciones que he recopilado y escrito a lo largo de dos años. Cuando terminé, busqué una especie de conexión en el todo y así se crearon dos capítulos para el principio y uno para el final, que tratan sobre la creación del mundo y la creación de los seres vivos y al final sobre el Juicio Final. El libro es irónico, divertido, a menudo muy irrespetuoso, pero también bueno para pensar. Los diálogos no buscan una solución, sino que dejan los problemas en el aire tal como están”, asegura nuestra autora invitada.
Una conversación con la doctora Esther Morales Cañadas es casi como un encuentro con un huracán lleno de energía, de entusiasmo, de conocimientos sobre arte, sobre cultura, sobre música, también acerca de sus propios conceptos personales sobre la vida, sobre las relaciones entre las personas, y lo más apasionante, es dueña de deliciosas conversaciones muy difíciles de querer ser terminadas porque siempre tiene un nuevo tema interesante y apasionante, es imposible aburrirse, así que sabiendo esto podremos imaginar el contenido de su libro, que una vez comenzado, es imposible detenerse hasta terminarlo.
Tuvimos la oportunidad de conocer por primera vez a Esther en Berlín a comienzos de 2018 durante la celebración cultural “Rubén Darío. Armonía y Eternidad” como homenaje al emblemático escritor nicaragüense, organizada entonces por la embajada de Nicaragua en Alemania y en la que ella fue una de las ponentes.
También fue de público conocimiento la presentación en la prestigiosa tertulia en español El Butacón de Hamburgo en el Instituto Cervantes de esa ciudad, de su libro “Narraciones extrañas y alegóricas. Catarsis de una escritora”, en la que se narran momentos muy difíciles de la vida de la autora.
Ahora ya en medio de este año 2020, conocido como el año de la pandemia, quisiéramos hacer una corta reseña acerca de quién es este interesantísimo miembro y motivo de orgullo de nuestra comunidad hispanohablante residente en Alemania.
Esther Morales Cañadas adelantó estudios en Filosofía y Letras para entonces especializarse en Historia del Arte, dando así inicio a sus estudios en música en la ciudad de Sevilla en España. Entre sus títulos profesionales se incluye el de Musicóloga especializada en música española de los siglos XVII y XVIII e intérprete de clavecín, también conocido como cémbalo, clave, clavicímbalo, gravicémbalo o clavicémbalo, que es un instrumento musical de teclado, en el que la cuerda es pulsada como en la guitarra o la mandolina y no tañida por un martillo como en el piano y que fue un instrumento muy popular durante el Barroco.
Pues bien, consiguió una beca para estudiar este instrumento en la ciudad de Salzburgo en Austria en donde se centró en el estudio del Clavecín, en Musicología y complementando sus estudios en Filología Románica e Historia del Arte en la Universidad de Münster para finalmente doctorarse en Musicología, pero ya conocida esta parte de su trayectoria académica, dejemos que sea ella quien nos cuente acerca de su libro, pero antes que nos comparta algo de su vida por medio de algunas respuestas a nuestras inquietudes:
Hispanovisión: Cuéntenos un poco de usted, en dónde nació y cuál fue el ambiente familiar que motivó su carrera: ¿eran literatos, músicos o artistas?
Esther Morales Cañadas: Nací en Sevilla hace ya… muchos años, como la segunda hija de los seis hermanos que seríamos. Mis padres procedían de muy distintas familias: Mi padre era nieto del entonces famoso vinatero Carlos Mauricio Morales (originador del Coñac Felipe II) mientras que mi abuelo materno, el Dr. José María Cañadas, fue un médico reconocidísimo en Sevilla y decano de la Facultad de Medicina durante mucho tiempo y mi abuela materna, muerta muy joven, había sido una gran música. A mis padres los unía, sobre todo, el amor a la naturaleza y prueba de ello es que mi padre fue el administrador de lo que es hoy el Parque Natural Coto de Doñana (entre Sevilla, Huelva y Cádiz). Mi madre, educada con profesoras alemanas, nos fomentó un indefinido amor a la cultura, en general, y a la música clásica. Los primeros siete años de mi vida vivimos en La Palma del Condado (Provincia de Huelva), de donde era la familia de mi padre, en una casa con un jardín esplendoroso.
Cuando mi hermana mayor entró en el colegio, a mí también me entraron ganas de aprender. De vez en cuando la acompañaba y las monjas me ponían una sillita junto a ella… ¡Esos eran otros tiempos más naturales y menos burocráticos que los actuales! Sin embargo, por mucho que las monjas me trataran con cariño, los colegios entonces se pagaban y mis padres me dijeron que, si quería seguir yendo al colegio, que ya sería de forma definitiva y todos los días. Yo dije con entusiasmo que sí. Así que con cuatro años entré en el colegio, aprendí a leer y a escribir y mi madre me apuntó a las clases de piano.
En la actualidad, a un caso como el mío se le daría el sobrenombre de “niña superdotada”. Por suerte, entonces esas diferencias no se hacían. Mis padres me trataron de forma natural que es lo más sano para el desarrollo de un niño porque, entre otras cosas, se aprende desde el principio que todos somos iguales en cuanto a derechos y trato, algo que la humanidad todavía no ha acabado de comprender ni de aceptar.
Después de esos siete años nos trasladamos definitivamente a Sevilla por diferentes razones que me impidieron seguir con el piano, también porque estuve enferma todo un curso escolar. Una profesora particular me preparó durante tres meses para el ingreso de bachillerato (el de entonces que se hacía con diez años) y conseguí la máxima nota. Por favor, con esto no quiero presumir de inteligencia. Desde que nací he tenido vicio por el saber, una cualidad preciosa, pero que aniquila muchas veces. Y en realidad creo que no soy tan inteligente, sino que ese afán es lo que mueve mi voluntad. ¡Y esa sí la tengo férrea!
En fin, cuando entré en segundo de bachillerato (de 11 a 12 años) volví a las clases de piano y, aunque las clases eran particulares y en el mismo colegio a donde iba, comencé a examinarme en el Conservatorio Superior de Música de Sevilla. Hay que saber que los estudios de música no se pueden comenzar de pronto una vez terminado el colegio como se hace con las otras carreras. Cuando se entra en una escuela superior de música hay que dominar técnicamente por completo un instrumento y, por ello, todos los músicos han comenzado su aprendizaje ya de pequeños.
H.: Nos agradaría que en sus palabras nos complementara más acerca de su formación profesional y académica.
E.M.C.: Esta pregunta viene muy bien como continuación de la anterior. A los 17 años era mi último curso en el colegio y ya estaba en el grado superior de música. Me hubiera gustado dedicarme exclusivamente a esta, pero mi padre me dijo: “La profesión de música no da estabilidad económica y lo que yo os quiero dejar de herencia son unos estudios sólidos. Tú has demostrado que eres capaz de hacer dos cosas a la vez, así que te ruego que hagas paralelamente un estudio universitario”. Me costó tragarlo, pero le obedecí porque sabía sus buenas intenciones y porque, dentro de sus posibilidades, siempre me apoyó económicamente y hoy día le doy las gracias por haberme incitado a tal reto porque me he valido de todos mis estudios para mantenerme económicamente. Así que me decidí por Filosofía y Letras para seguir después con la especialidad de Historia del Arte que acababan de implantarla en Sevilla. La razón para elegir esos estudios no la recuerdo ya. Posiblemente porque era lo que había amamantado desde pequeña- de hecho, con 14 años quería ser arqueóloga- y porque las Bellas Artes son las hermanas preferidas de la música. Cuando estaba en el tercer curso que era el primero de la especialidad, acabé los estudios en el Conservatorio con la máxima calificación y con Premios en Piano, Música de Cámara y Estética de la Música.
Seguí, no obstante, matriculada hasta terminar la licenciatura en Historia del Arte y dos años después me marché a Salzburgo, en Austria, para perfeccionar y aumentar estudios en la escuela Superior de Música “Mozarteum”. Allí fue donde me enfrenté al Clavecín. Me di cuenta de que este instrumento, entonces poco explotado en España que iba un poco a la zaga, se adaptaba más a mi constitución corporal y, además, era un impulso para la investigación ya que la música que se compuso para él es esencialmente de los siglos XVI, XVII y XVII. También me apunté en la Universidad de Salzburgo para hacer algunas asignaturas de Musicología. Dos años después terminé mis estudios allí y me volví a Sevilla, justo el año que murió Franco, el dictador. Los veranos los pasaba haciendo cursos internacionales en España, Portugal y Francia con becas de los tres países.
Pero, directamente regresada de Austria, comencé como interina de la clase de Solfeo y teoría de la Música en el Conservatorio de Sevilla. El director había solicitado la clase de Clavecín, pero no la impartían. Comenzaba la época de la Transición, una época muy difícil para España y, cómo no, para todos los españoles. Yo tenía ansias de trabajar y transmitir mis conocimientos, pero las circunstancias de entonces eran muy obsoletas. Muchos de los catedráticos estaban atornillados toda su vida en sus puestos y no tenían ganas de renovarse, mucho menos, de dejar que una persona joven llegase con innovaciones. Y mis inquietudes eran muy fuertes. Así que después de tres años de lucha por allí emigré a Venezuela, a Caracas, con mi reciente marido y quien fue el padre de mi hija. Después de un año de mala vida allí regresé, yo sola primero, a Europa, pero con una semilla en la entraña. En Alemania hacían falta profesores de música por aquel entonces y tuve varias ofertas. En 1980 comencé a trabajar de profesora de piano en la Escuela de Música de Emsland, una región en el norte de Niedersachsen y en cuya capital, Meppen, viví durante 19 años y en donde también ese mismo año, nació la fuerza de mi vida: mi hija.
Cuando esta ya tenía 9 años, comencé de nuevo a estudiar en la Universidad de Münster, distante a 100 kilómetros de Meppen, a donde iba dos veces por semana para hacer el doctorado en Musicología. Aquí en Alemania hay que hacer, además, dos especialidades más. Yo cogí Historia del Arte y Filología Hispánica porque me convalidaban bastantes asignaturas. En 1996 me doctoré.
Entre tanto nos había abandonado el padre de mi hija y yo, para solventar la economía, estuve cinco años organizando exposiciones de arte en un centro cultural y dando clases de español en la Volkshochschule junto con mis clases en la escuela de música que era un medio puesto. Cuando hice el doctorado, volví a buscar mejor trabajo y me fui a Euskirchen, cerca de Colonia, como jefa del departamento de instrumentos de tecla en la Escuela de Música de allí.
En 2004 ya llevaba tres años casada con un segundo marido y por motivos de trabajo de este, nos fuimos a Turingia. Allí comencé como profesora de la Universidad de Jena en donde, junto a mis clases de español y de cultura española y latinoamericana, fundé un grupo de teatro estudiantil en español, con cuyo grupo nos hemos recorrido varias ciudades alemanas haciendo representaciones de los clásicos españoles. También fundé un coro de Románicas: todo lo que cantaban era en lenguas románicas actuales y antiguas. En esta universidad trabajé hasta mi jubilación. Mi vida de concertista y de dar conferencias seguía siempre paralelamente a todas estas otras actividades, tocando no solo en Alemania, sino también en España y en Francia.
H.: ¿Por qué escogió vivir la ciudad de Neumünster?
E.M.C.: Dos años antes de mi jubilación volví a ser abandonada, de nuevo a causa de una mujer más joven. Vivíamos entonces en Leipzig desde donde yo iba a Jena a dar clases a la Universidad. La casita en donde vivíamos, como jubilada y abandonada, ya no la podía seguir pagando así que pensé que era el momento de irme lo más cerca posible de mi hija quien está casada y vive en Hamburgo en donde no es fácil pagar ninguna vivienda. De Neumünster yo solo conocía la estación cuando iba de paso a Kiel en donde hay un Instituto Español con el que he cooperado desde su fundación, hacen ya unos 30 años. Pero era lo más cercano de Hamburgo y “pagable”. Una suerte, porque, casi desde que llegué aquí, me puse a trabajar en este instituto dando cursos, llevando la biblioteca y ayudando en la secretaría. Me lancé al agua fría y confié en “el de arriba”… Te das cuenta de que la vida no se puede planear realmente porque todo sale como tiene que salir. Lo cierto es que aquí llevo ya cuatro años, vivo tranquila, pero cargada de visitas, muchas de ellas son antiguos estudiantes que gustan de mi compañía y, por supuesto, sigo con múltiples conferencias por diferentes ciudades, dando conciertos y escribiendo libros.
H.: ¿Cuál ha sido su experiencia en el estudio del clavicémbalo?
E.M.C.: El Clave o Clavicémbalo es un instrumento muy íntimo. No tiene pedales como el piano ni se puede hacer dinámica, es decir, tocar más fuerte o más suave. Todo hay que hacerlo a base de articular las frases. En él no puedes “mentir” porque las teclas pesan menos y puedes tocar la falsa antes de que te des cuenta. Y se oye, porque no puedes camuflarla con un pedal.
Pero la música del barroco es algo formidable. Está llena de afecciones para expresar pasiones, ruidos, sonidos de la naturaleza y es una delicia indagar en la partitura escrita para hallar lo que el compositor escondió en ella. El inconveniente que tiene es que no en todos los lugares donde te ofrecen un concierto tienen un instrumento. Y hay dos posibilidades a cual peor: una es renunciar al concierto, otra es transportar tu propio instrumento: unos ochenta kilos que hay que bajar o subir a veces por escaleras, alquilar una furgoneta o buscar a alguien que te la ponga a disposición… Es decir, tiene sus limitaciones físicas, pero no musicales porque el repertorio que se puede tocar es infinito y tremendamente variado.
Otros títulos de la autora
H.: Si tuviera la oportunidad de volver a comenzar con la música, ¿volvería a comenzar con el mismo instrumento o lo cambiaría?
E.M.C.: Si tuviera la oportunidad de… volver a vivir… Me lo he preguntado muchas veces. Creo que haría lo mismo que he hecho hasta ahora. Me gustaría, por supuesto, añadir un montón de instrumentos más, más estudios en otras cosas, más conocimientos… Tal vez, si es que existe la reencarnación, pueda realizar todos mis deseos en otra vida.
H.: Cómo se identifica mejor, ¿como literata y escritora, como intérprete del cémbalo o como historiadora del arte? Si algún día se tuviera que decidir por una de estas disciplinas, ¿con cuál se quedaría?
E.M.C.: Si me preguntaras que si me identifico más como española o como alemana, creo que la respuesta me sería más fácil. Yo soy simplemente “Esther”, un ser vivo que toda su vida se ha alimentado del saber, de las cosas bonitas que nos procura la Tierra y la historia de la humanidad, es decir, la cultura, pero sobre todo del enriquecimiento humano. La música ha sido parte de mi yo, como he mencionado antes, desde mi primera infancia, así que posiblemente sea en primer lugar la “música”, después la musicóloga y la historiadora del arte juntamente, todo ello con un atuendo de literata porque comencé a escribir ya con seis años con motivo de la muerte de mi abuelo. A los trece comencé a escribir poemas y aún no he terminado con este género, además de cuentos, narraciones, libros sobre el comportamiento y los derechos humanos, etc. Y, por si fuera poco, en mis tiempos libres – si es que los tengo- me dedico a pintar, a esculpir o modelar, a hacer dioramas con piedras y restos de troncos que recojo en mis paseos por los bosques. Es que la vida tiene demasiadas cosas bellas como para dedicarse solamente a una.
H.: Hablemos ahora de su libro. ¿De dónde surgió la idea de escribirlo, cuándo, por qué?
E.M.C.: A los escritores les suelen venir las ideas espontáneamente, sin planear. Tengo la capacidad de tomar en cuenta todo lo que ocurre a mi alrededor, algo bastante molesto, pero es lo que hay. Y como vivo bastante sola, los pensamientos están siempre en funcionamiento. Además, voy andando a todos lados y eso agudiza la capacidad de pensar… A veces me es muy incómodo porque mi cabeza es una turbina sin descanso. Pues bien, en cualquier momento, a una parte de mi cerebro le llama la atención una situación. La piensa, la compara, la analiza, y para no olvidarla, la apunta. Un par de días después se te presenta otra situación… Y así, sucesivamente. De pronto, un día, te das cuenta de que has estado versando sobre lo mismo sin darte cuenta. Es entonces cuando decides almacenar pensamientos semejantes que más tarde se convierten en un libro.
Por otro lado, en los últimos años me he dedicado mucho a observar los comportamientos humanos, la influencia de sus situaciones sociales, la diferencia entre la gente del pueblo (con la que me gusta conversar si se tiene la ocasión) y los que se consideran personas de mejor “calidad”, así como mi amor y observación de los animales y de la naturaleza, pues el contacto con esta parte de nuestras vidas es para mí de vital importancia. Y, bueno, pues así surgen los libros y todas las cosas creativas… No suele haber un plan, todo surge naturalmente y sin forzarlo. Eso sí, después hay que perfilar y corregir, algo que detesto, pero que hay que hacer sin remedio.
H.: Es un libro lleno de preguntas y respuestas que todos nos formulamos en la cotidianidad, pero cómo lo describiría usted: ¿Como un libro de filosofía profunda, como un libro de fabulas para niños o un libro de auto examen de conciencia para adultos?
E.M.C.: Antes de contestar a tu pregunta voy a irme por otros derroteros porque, en realidad, no me gusta demasiado encasquillar obras creativas en géneros o estilos. La razón es que la obra creativa no existe sin la “recreativa”. Es decir, cuando un pintor pinta un cuadro, ese cuadro se revaloriza en el momento en que un espectador lo mira, lo admira o lo detesta. Eso es lo que llamamos “recreación” y entonces cada espectador va a sentir una sensación diferente ante él. Lo mismo ocurre con la música, solo que en esta la actitud recreativa tiene lugar dos veces: una, en el momento en que un instrumentista o un cantante la interpreta. Aunque se base en las normas de la época compositiva, la interpretación pasa por su espíritu y por su cuerpo y lo que transmite al oyente es diferente a la interpretación que hubiera podido darle el propio compositor. Incluso a mí como intérprete me ocurre lo mismo– y eso mismo les sucede a todos los músicos. Cuando, después de un par de años de no haber tocado una obra, la vuelvo a incluir en el programa, la interpretación que le doy es totalmente diferente a la que le di tiempo atrás. La razón es que nuestro ser no es una cosa estática, sino viva y en constante cambio. Y creo que todos nosotros hemos podido experimentar eso cuando volvemos a leer un libro que nos fascinó en la juventud y años después no nos convence.
Es decir, la recreación es precisamente ese impacto que se produce en el oyente, en el intérprete, en el espectador y, por supuesto, en el lector. Así que ahora te respondo la pregunta: el libro de los diálogos será para algunos un libro un tanto filosófico – aunque no lo sea realmente-, para otros un libro cargado de psicología, para otros un “manual de la vida”; otros lo tratarán como un libro divertido y otros dirán que es una cosa ridícula y desfasada. ¡Y todos tendrán razón! Por lo tanto, prefiero que sean los lectores los que definan dónde quieren encasillar mi libro. Para mí el arte es simplemente un mensaje, mayormente un mensaje de amor, una especie de obsequio mío hacia los demás, ya sea cuando escribo un libro como cuando toco en un concierto. En este caso es muy interesante escuchar a los oyentes porque unos se han fascinado con una obra y otros con otra, pero en suma les han gustado todas las que he interpretado, obviamente a cada uno una diferente. Resumiendo: es mejor que sea la actitud recreativa la que determine el estilo de mi libro. Yo solamente he pretendido dejar mis pensamientos libres…para que el viento los lleve donde quiera.
H.: ¿Cuál considera que sería el mayor impacto de su libro entre sus lectores? ¿Cómo cree que sería recordado?
E.M.C.: Lo primero que se me ocurre es que, posiblemente, más de uno quiera mandarme a la hoguera. Pero no me importa correr ese riesgo. Como ya te dije, cada lector lo va a interpretar a su manera y ahí no tienes ninguna influencia. Hay una cosa importante: que provoque discusión es muy interesante y sano. Mi hermana la pequeña me dijo “He leído tu libro y me ha gustado mucho, aunque no comparto todas tus opiniones”. Yo le contesté: -“Posiblemente yo tampoco comparto todas las opiniones que he escrito, pero es un truco”. El truco es motivar a las personas a que piensen por sí mismas.
Vivimos en un mundo globalizado en donde todo sigue la pauta que dan las masas: la moda, las ideas políticas, el desarrollo digital, la distribución de alimentos, las formas de comer, de vivir, de pensar… ¡todo! Y es más cómodo creerse las ideas de los otros a tenerse que poner a pensar por sí mismo. Esto era lo que les transmitía a mis estudiantes de la universidad de Jena, les decía: “No creeros nada de lo que oís durante todo el día a través de los medios. Y tampoco creeros lo que yo os cuento. Pensad por vosotros mismos y enfrentaos a mí o a quien sea”.
Creo que todo acto realizado por propia convicción y sin dejarse influenciar por sentimientos falsos o por opiniones de masa tiene un valor intrínseco a tener en cuenta. Incluso, si es una maldad, porque hay que partir de la base de que así fuimos hechos, buenos y malos y que, si no existiera el mal, no podríamos distinguir el bien. Y eso es lo que pretendo con mis “críticas”. No quiero atacar a nadie. Por ejemplo, en el diálogo del futbolista y el perro, no pretendo menospreciar al futbolista, pues me parece muy bien, aunque a mí no me guste el fútbol, que haya futbolistas apasionados que arrastren a sus seguidores. Yo solo describo una realidad y con ello, o bien se revaloriza al perro o sirve para trabajar los prejuicios sobre lo que sea, algo muy típico del ser humano que se pasa la vida decidiendo quién es mejor y quién es peor, cómo se debe hacer, vivir, comer, etc… y aquí hago mención a otro libro mío “Die Verwirrung des menschlichen Verlangens”, que en español significaría: “Los errores de las exigencias humanas”, escrito en alemán, en donde expongo todas esas cuestiones de prejuicios y de globalización de opiniones que nos arrastran a ideas radicales y nos apartan del propio “yo”.
Concretando: me agradaría que hiciera pensar, pero pensar con agrado, pausadamente, sin afán de ofender a la escritora, aunque sí de discutir con ella, es decir, conmigo, y sobre todo, que sirviera para que los seres humanos vayan por la vida con los ojos más abiertos, atentos a lo que pasa a su alrededor para poder convivir socialmente, pero con calor humano y no con la vista baja y puesta sobre una tabletita en la que no se oye el latir del corazón ni se aprecia la sonrisa en los labios… bueno, ahora tampoco la apreciamos a través de las máscaras ni podemos darnos los tan anhelados abrazos, pero al menos los ojos pueden seguir expresando frente a los ojos del otro.
Información sobre el libro:
Autor: Esther Morales-Cañadas
Título: Diálogos críticos entre seres vivos y otros objetos vivientes.
Traducido por: Anja Tropschuh.
Editorial: Fabuloso Verlag -Gudrun Strüber
I.S.B.N.: 978-3-945346-85-3
Precio: 12,80 €
Pedidos a: www.la-folia.de